Una nueva generación redescubre el habano, un elaborado artesanal protagonista de tranquilas veladas entre amigos o sofisticadas experiencias de maridaje.
Aunque muchos continúen asociando el habano -el tradicional cigarro cubano de elaboración artesanal con denominación de origen- a una imagen exclusivamente masculina de orondos hombres de negocios e intelectuales de cierta edad, la realidad está cambiando. Una nueva generación de jóvenes, hombres y mujeres independientes a la búsqueda de lo auténtico, ha encontrado en el habano una forma distinta de disfrutar en pleno siglo XXI de un placer centenario.
Donde antes fueron Ernest Hemingway, Winston Churchill, John F. Kennedy, Bill Clinton o Fidel Castro, ahora son Katy Perry, David Beckham, Beyoncé, Jessica Simpson o Johnny Depp… ¿Por qué será?
Los nuevos adeptos reconocen rendirse ante la mística que rodea al habano, desde el cultivo de la planta hasta su consumo, pasando por la elaboración, en un proceso que sigue siendo totalmente manual, y que requiere de 539 pasos, durante los cuales no se incorpora ningún componente químico. El escenario es, de principio a fin, la isla de Cuba, donde alrededor de 700 vegueros -campesinos dedicados a la producción del tabaco- miman cada detalle para conseguir las mejores hojas.
Y es que de la calidad de sus hojas y de su tratamiento posterior dependerá la calidad del cigarro. Porque, en definitiva, el habano no es más que el resultado final de un complejo proceso de manipulación en la que interviene una única materia prima.
Por este motivo, tras el secado y posterior añejamiento, que dura meses, los torcedores seleccionan las mejores hojas para realizar de forma artesanal el torcido en un cometido que borda la perfección y que los expertos consideran un auténtico arte. En este cometido se utilizarán hasta seis tipos de hojas: tres (o cuatro) de distinta fortaleza para conformar la tripa -el relleno que proporciona sus sabores característicos-; otro tipo para el capote -el manto que recubre la tripa y aporta el toque final-, y la capa -el envoltorio-, que ofrece la imagen impecable que caracteriza al habano.
El resultado: un producto exquisito, que no se acerca ni por asomo al cigarrillo convencional. Digno de las ocasiones más especiales, se saboreará siguiendo su propio rito, en largas sobremesas, en las que el manjar no es más que una excusa para disfrutar del placer de la conversación, o en la íntima tranquilidad que conduce a la reflexión.
Dejarse llevar por la tentación del mundo del habano es fácil: sucumbir a la experiencia por invitación de un amigo; tomar parte de alguna degustación exclusiva en clubes sociales, algo que se está poniendo de moda; asistir a afterworks, sesiones formativas para neófitos -o no tanto-, o participar en maridajes sensoriales en los que se aprende a percibir entre volutas de humo, matices y sabores insospechados, se ha convertido en una nueva tendencia.
Existen más de 80 formatos distintos y de dos docenas de marcas, por lo que, si se dispone de poco tiempo de fumada, el experto recomienda un Petit Robusto de Hoyo de Monterrey, un tabaco que no requiere más de 20 o 25 minutos para ser consumido, o un Petit Churchill de Romeo y Julieta. Si se dispone de todo el tiempo del mundo, un Cohiba Espléndido o Lancero, por ejemplo, son buenas elecciones.
¿Chocolate, naranja caramelizada, cerveza, queso, un cóctel o café con un habano? La respuesta es: ¿Por qué no? Y es que, las nuevas tendencias rompen con muchos tópicos y, con ellos, la imagen del matrimonio indisoluble y monógamo entre cigarro y brandy ha llegado a su fin.
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