Aunque cuenta la leyenda que la variedad de uva Albariño fue introducida en Galicia desde Francia por monjes cistercienses allá por el siglo XII, en sus peregrinaciones por el Camino de Santiago, lo cierto es que los estudios científicos posteriores han determinado que esta variedad es autóctona de esta tierra, trazando su rastro genético en la región incluso en fechas anteriores. Algo que apuntala aún más el orgullo y el valor de identidad de esta variedad para los viticultores gallegos y para todos los amantes del vino de esta comunidad.

Y no es para menos, ya que la variedad Albariño, una uva de marcada acidez natural y buen contenido en azúcares, es la materia prima a partir de la cual se elaboran algunos de los mejores vinos blancos de España y también del mundo. Por eso, hoy vamos a conocer un poco mejor cómo es el vino Albariño, cuáles son sus principales características y en qué medida estas vienen definidas por el marcado carácter propio de esta variedad Albariño. 

La variedad Albariño, estandarte de los vinos de Galicia

La variedad Albariño es la uva más representativa de los vinos gallegos y su importancia es fundamental para muchas de las Denominaciones de Origen de esta tierra. Es la uva más empleada en la Denominación de Origen Rías Baixas, en la que destaca la elaboración de monovarietales de Albariño, pero su uso se extiende también a otras zonas de producción y Denominaciones de Origen de Galicia, en la que también se producen vinos Albariño o se emplea esta variedad para elaborar vinos de coupage junto a otras uvas como Godello, Loureiro, Treixadura, Caíño Blanco o Arinto. Este es el caso de las Denominaciones de Origen Valdeorras, Ribeiro o Ribeira Sacra.

Fuera de Galicia, el gran potencial enológico de la Albariño se aprovecha también en otras zonas de nuestro país, como en Castilla y León, Asturias, Cantabria o Cataluña; y fuera de nuestras fronteras, la Albariño es fundamental para la elaboración de algunos vinos portugueses, como los producidos en las villas de Monção y Melgaço, y también en la elaboración del famoso vinho verde. En los últimos tiempos, en parte gracias al interés comercial levantado por las buenas cualidades de vinificación de esta variedad, la Albariño está ganando peso en la producción de vinos blancos en países como EEUU (en California), Argentina, Uruguay o Nueva Zelanda. 

Características de la variedad Albariño y formas de cultivo

La Albariño es una variedad que destaca por su acidez natural y su potencial aromático, por lo que resulta perfecta para elaborar vinos blancos jóvenes, aunque esta acidez también la hace muy interesante para hacer vinos blancos con crianza, como vinos blancos de barrica o incluso vinos blancos de crianza sobre lías, más complejos de producir. 

Las bayas de Albariño son pequeñas, redondas y uniformes en todo el racimo. Los racimos, por su parte, son también pequeños y bastante compactos. La variedad destaca por su piel suave y con abundante pruina, la cera que recubre los racimos y que ayuda a proteger la epidermis de las bayas, aunque el hollejo sí que muestra un cierto grosor. Por dentro, la pulpa se presenta transparente y jugosa, y el mosto verdoso. 

En cuanto a los cultivos, las cepas de Albariño están perfectamente adaptadas a las condiciones climáticas de las tierras gallegas, con abundantes precipitaciones y una gran influencia de la humedad oceánica, aunque también con una buena cantidad de exposición solar. Así, los cultivos de Albariño son más sensibles a los períodos de sequía que al exceso de humedad. Las cepas son vigorosas y fértiles, y suelen cultivarse en parrales y espalderas, métodos de cultivo que guían a la planta conforme esta va creciendo. Estas técnicas permiten un mejor aprovechamiento de la luz, aunque suponen un mayor esfuerzo en las tareas de cuidado y recolección de los frutos. En muchas partes de la Denominación de Origen Rías Baixas, el cultivo tradicional de la Albariño era mediante pérgolas, en las que las parras crecen a lo alto, permitiendo separar las uvas del exceso de humedad que pueda desprenderse del suelo y favoreciendo la circulación de corrientes de aire por debajo de las hojas de la planta y de los racimos. Para muchos viticultores tradicionales, una buena forma también de proteger a la parra contra el ataque de enfermedades como el mildiu, ante la que la Albariño muestra bastante resistencia. Las cepas son también resistentes al hongo botritis, aunque se muestra sensible a otros hongos como los que provocan la enfermedad del oídio.

El vino Albariño

La acidez natural de la variedad Albariño y su riqueza aromática son dos de las claves principales a la hora de definir la personalidad de los vinos Albariño, siendo los monovarietales de esta uva los más representativos

El verdor del mosto de estas uvas deriva en vinos de color amarillo limpio y brillante, con tonos dorados que recuerdan al color del limón maduro, y a menudo presentan también matices verdosos. A los ojos, los vinos Albariño son, por tanto, vinos blancos luminosos e intensos. 

En el terreno aromático, destacan los aromas propios de la vid, sobre todo en el caso de los blancos jóvenes de Albariño: olor a frutas: cítricos maduros, manzanas, uvas; los matices florales; azahar, jazmín; y también se encuentran a menudo ciertos aromas herbáceos

En boca, los vinos Albariño se muestran frescos y redondos, con una acidez notable que es ya seña de identidad de estos vinos. También destacan por su buen grado alcohólico. Son vinos untuosos y con buen cuerpo, que dejan recuerdos largos de esas notas de cítricos maduros que ya se aprecian durante la fase olfativa.

En lo referente al maridaje, y viniendo de donde vienen, ni que decir tiene que los vinos Albariño son la opción de maridaje perfecta para acompañar pescados y mariscos. Ideales tanto para tapear, con un aperitivo o para una comida o una cena a base de estos alimentos. Pescados como el rodaballo, el bacalao, el atún o la merluza son candidatos ideales para descorchar un buen Albariño. Aunque también es un vino muy fácil de beber con carnes blancas, arroces a base de mariscos y pescados, o quesos de intensidad media y quesos poco curados. Para concluir con el apartado de maridaje, mención especial merece el plato estrella de la tierra del Albariño, que no puede ser otro que el pulpo a la gallega, que forma ya con este vino una pareja gastronómica cuyo arraigo es difícil de superar. 

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