Tempranillo es la cepa autóctona más famosa de España y en la actualidad es apreciada en todo el mundo. No obstante, la garnacha no se queda atrás: esta cepa española es plantada tanto en viejo como nuevo mundo. Contrario a la tempranillo, la garnacha madura tarde y necesita de un clima cálido y seco por más tiempo para dar los mejores vinos.
A continuación, las características típicas de los vinos elaborados con cada una de ellas.
Tempranillo
Origen Rioja (España)
Vista: De agradable color rojo intenso y matices violáceos en su juventud. Con los años adquiere color granate y destellos teja.
Nariz: Su aroma primario regala una buena concentración de frutas rojas maduras, principalmente ciruelas y grosellas, con algo de frutos secos. También notas a frutos silvestres y flores. Cuando es afinado en barrica obsequia aromas a tabaco, café y cacao.
Boca: Posee un paladar franco, interesante en vino joven y aterciopelado cuando envejece. Sus taninos suelen ser amables y también su acidez.
Tip: La uva tempranillo es una de las pocas que pueden adaptarse y prosperar en climas mediterráneos continentales.
Garnacha (tinta)
Origen Aragón (España)
Vista: Color rubí brillante y de capa abierta. La garnacha suele dar vinos ligeros, de bajos taninos y concentración de color. Sin embargo, dependiendo del terroir donde se cultive, el color puede intensificarse mucho.
Nariz: Aromas a frutas negras: zarzamora, mora azul, grosella. Es muy común también que se presenten notas florales, como violeta y bugambilias. En aromas secundarios se distinguen pimienta negra y nuez moscada. En ocasiones sus aromas son tan afrutados que se puede percibir como si tuviera una ligera dulzura. Confites y especias cuando tiene crianza.
Boca: Ligero ataque dulce, acidez media y taninos sedosos.
Tip: Se adapta bien a suelos arenosos o con piedras y a los ligeramente ácidos. Es resistente a la sequía y al frío. Muy sensible a plagas y enfermedades.